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sábado, 17 de noviembre de 2012

DIÁLOGO: LA MEJOR HERRAMIENTA PARA EDUCAR


LA COMUNICACIÓN ES LA CLAVE PARA FORTALECER LOS LAZOS FAMILIARES. HABLAR NO SÓLO PERMITE SABER QUE PIENSAN Y SIENTEN TUS HIJOS, TAMBIÉN PERMITE AYUDARLES Y TRANSMITIRLES VALORES


Las vacaciones, sin el estrés y la falta de tiempo del invierno, se pueden aprovechar para estrechar relaciones con los hijos. Tengan la edad que tengan hay que buscar momentos para pasar tiempo juntos, compartir experiencias y dialogar

El diálogo permite un mejor conocimiento mutuo y es una de las mejores formas de expresar el cariño y apoyo que necesitan los hijos. La buena comunicación familiar es esencial y cuando los hijos saben que pueden compartir con sus padres sus sentimientos, miedos y pensamientos, se sienten valorados y eso les ayuda a desarrollarse de una forma sana y segura.

Por el contrario, la falta de comunicación provoca un distanciamiento y que los hijos busquen fuera del entorno familiar el apoyo que necesitan, lo que no siempre resulta positivo.

Todos los expertos coinciden en que el diálogo es una pieza fundamental en la educación de los hijos, ya que a través de la comunicación los padres pueden transmitir las normas, explicar su visión de las cosas, ayudarles en el proceso de formación y desarrollo; por su parte los hijos pueden expresar sus sentimientos, dudas o problemas y encuentren una respuesta a sus inquietudes.

Pero aunque la comunicación es la clave para educar correctamente a los hijos, no siempre es fácil. Para comunicarse no hay sólo que hablar, también hay que saber escuchar, tener disponibilidad, paciencia, empatía y asertividad, una cualidad cada vez más apreciada que consiste en la capacidad de expresar sentimientos y opiniones pero de forma positiva y respetando a los demás.

La asertividad es muy útil en las relaciones, también en las familiares, ya que permite manifestar lo que se siente sin ofender e intentando comprender a la persona que tenemos delante.

Cuando son pequeños

La familia es un punto de referencia para los niños ya que es ahí donde aprenderán a relacionarse, a dialogar y favorecer actitudes importantes como la tolerancia o el respeto y otros muchos más valores imprescindibles en su formación como persona y que determinarán sus cualidades de adulto. Por ello, la comunicación entre padres e hijos debe potenciarse desde la primera infancia, para crear un hábito de buenas relaciones, pero a medida que crecen el diálogo se hace cada vez más necesario.

Cuando un niño es pequeño hace muchas preguntas, ya que todo le parece interesante. A veces los padres no tienen tiempo ni paciencia para escucharle o contestarle, pero hay que hacer un esfuerzo, ya que los hijos deben sentirse escuchados.

El dialogo cuando son pequeños es esencial porque creará el hábito. Cuando los hijos crecen, disminuye el control que los padres ejercen sobre ellos y dejarán de tener influencia directa en su entorno inmediato, perdiendo fuerza en beneficio de los amigos.

Pero si hay una buena comunicación durante la infancia, cuando crecen, los niños están más dispuestos a aceptar las sugerencias de los padres porque se sienten escuchados y comprendidos.

En la adolescencia

En la adolescencia, cuando los hijos empiezan a cuestionarse todo y se distancian de los padres, el diálogo se hace más imprescindible y es importante favorecer que expresen sus preocupaciones y problemas.

Asimismo, no hay que olvidar que en esta etapa los hijos están especialmente sensibles a las críticas y opiniones de los demás. Por eso, reaccionan de forma intensa ante las muestras de rechazo de los padres hacia sus criterios, gustos o costumbres.

Los padres no deben tomar estas actitudes como algo personal, sino tratar de ser positivos. Es importante que los hijos sepan que van a ser escuchados sin ser juzgados y mucho menos ridiculizados. A veces temen contarles cosas a los padres porque sienten que se reirán de ellos o les regañarán.

En numerosas ocasiones la falta de una comunicación eficaz entre padres e hijos hace que las relaciones no sean todo lo satisfactorias que se desean. Cuando un hijo tiene un problema, tenga la edad que tenga, la reacción de los padres es muy importante.

Por ello hay que cuidar no sólo lo que les decimos, sino también nuestros gestos. Cuando un hijo cuenta algo, la reacción puede ser automática e inconsciente, manifestarse de manera gestual, lo que es captado de forma negativa. Por el contrario, el simple hecho de emitir una sonrisa, dar una palmada en la espalda o mirar a los ojos con confianza mientras los hijos hablan es muy importante para que los niños se sientan interlocutores y se animen a hablar.

Escuchar y valorar lo que nos cuentan los hijos no significa que los padres deban aprobar todo lo que les dicen, o que les tengan que dar la razón para ganarse su confianza. Muy al contrario, se debe dejar que se exprese sus opiniones para luego dialogar con ellos ofreciéndole nuestro punto de vista.

Los niños deben sentirse escuchados, saber que se escuchan sus opiniones, aunque luego se les intente explicar los motivos por los que no son adecuadas o correctas.
De la misma forma, hay que estar abiertos a tratar todo tipo de temas, los hijos deben poder sentir que pueden hablar sin temores ni tabúes, ya que temas difíciles como el sexo o las drogas forman parte de la vida de los adolescentes y es mejor hablar sobre ellos que lo hagan únicamente con sus compañeros.

No hay que olvidar que una buena comunicación es un puente tendido entre padres e hijos. Aunque haya momentos de distanciamiento debido a la edad o circunstancias del niño, ese canal debe seguir abierto, de forma que sea fácil retomar la relación.

Claves de una buena comunicación

-Crear un clima de diálogo, confianza y respeto, en el que padres e hijos se sientan cómodos para hablar.

-Propiciar momentos de encuentro, como son las horas de la comida (sin televisión)

-Mostrar interés por las cosas y aficiones de los hijos

-Tener tiempo. Una conversación no puede ser algo improvisado, requiere atención y no tener prisas.

-Saber escuchar. No solo hay que dar nuestra opinión sino también atender la de los hijos, dejarles hablar y que expresen sus emociones como se sienten y sobre todo intentar comprenderles

-Reconocer cuando nos hemos equivocado y saber disculparse. Ese es un buen ejemplo para los hijos

-Ponerse en el lugar del hijo, tratando de recordar como pensaban o actuaban a su edad.

Artículo elaborado con el asesoramiento de Mar Sánchez Marchori 
(Pedagoga y directora del Instituto Valenciano de Pedagogía Creativa)


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